El postureo en Tailandia está matando la magia del viaje
No solamente en Tailandia, pero oye, ¿te ha pasado que llegas a un sitio alucinante en Tailandia, como las aguas cristalinas de Koh Tao o el bullicio del mercado de Chatuchak, y de repente te encuentras esquivando selfis y palos de influencers como si fuera una carrera de obstáculos? Bienvenido al mundo del postureo, ese rollo de redes sociales que está convirtiendo los viajes en una especie de pasarela para Instagram. Y, ojo, que en Tailandia esto se nota un montón. Vamos a charlar de cómo esta fiebre por la foto perfecta está cambiando (y no siempre para bien) la forma de viajar por el país del pad thai y los tuk-tuks.
Cuando el viaje es más postureo que aventura
Hace unos años, viajar a Tailandia era meterte en un mundo nuevo: olores a curry verde en cada esquina, monjes paseando al amanecer, y esos templos como Wat Arun que te dejaban con la boca abierta. Pero ahora, muchas veces, parece que el plan no es disfrutar, sino lucir que estás disfrutando. En Maya Bay, la playa famosa por La playa de DiCaprio, hay colas de barcos esperando a que los turistas saquen la foto con el agua turquesa de fondo. Y en Chiang Mai, los templos como Doi Suthep están tan llenos de gente posando que a veces cuesta hasta ver las estatuas de Buda.
El postureo no es solo hacerse una foto, que eso lo hacemos todos. Es esa obsesión por pillar la imagen que te dé likes, aunque signifique ignorar lo que tienes delante. ¿Resultado? Sitios masificados, colas absurdas y experiencias que saben más a postureo que a viaje. En el mercado flotante de Damnoen Saduak, por ejemplo, hay más cámaras que mangos frescos, y los vendedores ya saben que el turista viene a por la foto, no a charlar sobre su som tam.
¿Y qué pasa con Tailandia?
Esta movida del postureo está dejando huella, y no precisamente bonita. Para empezar, los sitios más “instagrameables” están petados. Piensa en Pai, ese pueblo del norte que antes era un remanso de paz con sus arrozales y cafeterías hippies. Ahora, hay más influencers haciendo yoga al amanecer que motos en la carretera. Y no hablemos de las islas del sur, como Koh Phi Phi, donde los corales sufren por el trajín de barcos y los turistas que pisan donde no deben solo por una story.
Luego está el tema de los locales. En muchos sitios, los tailandeses se han convertido en parte del decorado. En los mercados de Bangkok, como el de Chinatown, ves a vendedores posando para fotos como si fueran actores de fondo, mientras los turistas pasan de probar un durián o charlar un rato. Y no te creas que esto no afecta el bolsillo: los precios en los sitios turísticos se han disparado, porque saben que el postureo paga. Un coco en Krabi te puede costar el doble que en un pueblo menos “cool”.
Y luego está lo ambiental. Tailandia ya tiene suficiente con sus retos, como la contaminación o la gestión de residuos, pero el turismo de postureo lo pone peor. En 2018, cerraron Maya Bay porque el ecosistema estaba colapsado por tanto turista. Reabrió en 2022 con reglas más estrictas, pero aún hay quien se salta las normas por una foto. Y no es solo el mar: en el norte, los trekkings para sacar la foto en la selva están dejando basura y senderos destrozados.
Pero no todo es culpa de Instagram
Vale, las redes sociales han hecho mucho daño, pero no nos flipemos: el turismo masivo ya estaba aquí antes de los filtros de Instagram. Tailandia recibe millones de visitantes al año (unos 40 millones en 2019, antes del Covid), y eso no es solo por los influencers. Además, no todos los que sacan fotos son posturetas sin alma. Muchos solo quieren un recuerdo, y está guay compartir lo bonito que es el mundo. El problema es cuando la foto manda más que la experiencia.
También hay esperanza. Cada vez más viajeros buscan rollos auténticos: quedarse en un homestay en Isaan, aprender a cocinar khao soi con una familia local o meterse en un festival como Songkran sin preocuparse por si el agua moja la cámara. Y en redes, hay cuentas que enseñan Tailandia sin postureo, mostrando mercados poco conocidos o aldeas donde no llega el wifi. Esos son los que molan.
¿Cómo viajar sin caer en el postureo?
Si quieres molarte un viaje a Tailandia sin que sea un desfile de Instagram, aquí van un par de ideas:
- Salte del mapa: Olvídate de los sitios que salen en todas las guías. Prueba a visitar Sukhothai, con sus ruinas tranquilas, o Nan, un pueblo del norte donde no hay colas de selfis.
- Habla con la gente: Los tailandeses son un amor, y charlar con ellos (aunque sea con gestos y risas) te da más jugo que cualquier foto. Pregúntale a un vendedor de satay cómo hace su salsa, y fliparás.
- Guarda el móvil un rato: Suena a topicazo, pero prueba a estar una hora sin sacar fotos. Mira el atardecer en Ao Nang o el caos de Khao San Road sin filtro, y verás cómo mola más.
- Apoya lo local: Come en puestecitos de calle, quédate In guest houses de pueblo y evita los tours masivos. Tu cartera y Tailandia te lo agradecerán.
La magia sigue ahí, solo hay que buscarla
Tailandia sigue siendo una pasada, con sus templos dorados, sus currys que pican como demonios y esa vibra de caos y calma a la vez. El postureo puede estar haciendo ruido, pero no tiene por qué ganarle la partida. La próxima vez que estés en un sitio como el Gran Palacio, párate un segundo, respira el incienso, escucha las campanas y déjate llevar. Que la foto sea el postre, no el plato principal. Porque viajar puñetas, ¡que viajar es para vivirlo, no para fardar en Instagram!