¿De quién es el templo de Preah Vihear?
Desde mi rincón en Tailandia, donde los aromas del som tam y el bullicio de los mercados me envuelven, hoy quiero hablar de un lugar que despierta pasiones y disputas: el templo de Preah Vihear. Este impresionante santuario khmer, encaramado en los montes Dangrek, no es solo una joya histórica, sino también el epicentro de un conflicto fronterizo entre Tailandia y Camboya que me tiene dándole vueltas. Como amante de este país, no puedo evitar sentir que, por geografía y sentido práctico, este pedazo de tierra debería ser tailandés. Pero la historia, con sus mapas antiguos y acuerdos olvidados, cuenta otra cosa.
Un templo en la cima del mundo
Preah Vihear, construido en el siglo XI para honrar al dios Shiva, es una maravilla arquitectónica. Sus escalinatas de piedra y sus vistas al infinito te hacen sentir que estás tocando el cielo. Pero lo que lo hace único también es su ubicación: está justo en la frontera, en una escarpada meseta que parece más accesible desde Tailandia que desde Camboya. Durante décadas, llegar al templo desde Camboya era una odisea. Hasta 2012, ni siquiera existía una carretera directa desde el lado camboyano; los visitantes y peregrinos dependían prácticamente de la ruta que pasaba por territorio tailandés. Para alguien como yo, que ve cómo Tailandia ha cuidado y conectado esta zona durante tanto tiempo, parece casi obvio que el templo debería ser suyo.
La geografía manda… ¿o no?
Cuando miro un mapa, la cosa parece clara. El templo está en una cresta montañosa que baja suavemente hacia Tailandia, mientras que del lado camboyano hay un acantilado que complica todo. Hasta que Camboya construyó la carretera NR62 en 2012, el acceso desde su territorio era prácticamente una misión imposible. Tailandia, en cambio, tenía caminos bien establecidos, y los tailandeses visitaban y cuidaban el lugar como si fuera suyo. Desde un punto de vista práctico, ¿no debería la geografía pesar más que un pedazo de papel firmado hace un siglo?
Pero aquí viene el giro: ese pedazo de papel importa, y mucho. En 1904, cuando Tailandia (entonces Siam) y la Francia colonial (que controlaba Camboya) dibujaron la frontera, se acordó que seguiría la línea de las montañas Dangrek. En 1907, los franceses publicaron mapas que ponían el templo en Camboya, y Tailandia no dijo ni pío. Sí, lo has leído bien: no se quejaron. Es como si hubieran dado el visto bueno sin siquiera darse cuenta del templo.
La ley y el corazón
En 1962, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) miró esos mapas y falló a favor de Camboya, diciendo que el templo les pertenece. En 2013, volvió a confirmar que incluso la zona justo alrededor del templo es camboyana. Pero hay un detalle: la CIJ no resolvió del todo quién es el dueño de los 4,6 km² que rodean el lugar, y ahí sigue el lío. Para los tailandeses, que sienten a Preah Vihear como parte de su herencia cultural, esto es un golpe duro. Para los camboyanos, es una victoria de su identidad khmer.
No voy a negar que mi corazón tira hacia Tailandia. La facilidad de acceso desde este lado, la historia de cómo los tailandeses han estado presentes en la zona, y esa sensación de que el templo “encaja” mejor con Tailandia me hacen pensar que debería ser suyo. Pero no puedo ignorar que Tailandia se quedó callada en 1907, dejando que esos mapas franceses se convirtieran en la base de la disputa. Es como si, por no levantar la voz a tiempo por un despiste, perdieran la oportunidad de reclamar lo que sienten como suyo.
Un conflicto que no termina
Hoy, la tensión sigue. Camboya ahora tiene su carretera NR62, y el templo recibe más visitantes desde su lado. Pero las escaramuzas en la frontera no son cosa del pasado; hace tan solo unos días, incluso hubo un enfrentamiento mortal. Mientras tanto, los dos países se miran con recelo, y ese pedacito de tierra sigue sin un dueño claro. Preah Vihear no es solo un templo: es un símbolo de orgullo, historia y fronteras que nunca debieron dibujarse con tanta ligereza.
Desde Tailandia, me quedo con la sensación de que la geografía y la lógica práctica deberían pesar más, pero la historia y la ley tienen su propio guion.